Las estrías, por definición, son atrofias cutáneas del tejido conjuntivo que se manifiestan con formas de líneas moradas, si la dermis tiene riego sanguíneo, o nacarado o blanquecino y se pueden observar a través de la epidermis.
Al fin y al cabo, son cicatrices que las podemos localizar habitualmente en las zonas de las caderas, vientre, piernas, glúteos, brazos, espalda, senos y muslos.
Pero, ¿por qué aparecen?
Cuando hay una distensión típica, por ejemplo, en mujeres embarazadas o también durante la pubertad por el crecimiento o incluso en obesos que han perdido peso drásticamente. El trioque, el nombre por el que se conocen esas distensiones, también puede pasar a purpúrea, por el Síndrome de Cushing, al producirse un exceso de cortisol.
Si hablamos de fisiología, la consecuencia de su formación es por un estiramiento de las capas medianas y de las internas de nuestra piel que acaba rompiendo las fibras de colágeno y elastina, debilitando la piel y volviéndola mucho más susceptible a sufrir cicatrización crónica.
Entonces, ¿cómo las corregimos?
Hay tratamientos correctivos muy eficaces cuando las estrías siguen teniendo algo de riego sanguíneo que estimulan para regenerar la cicatriz. Los mejores son los peelings guímicos (glicólico) y los tratamientos que contienen regenerantes, cicatrizantes y multivitamínicos. Además, se puede recurrir a las nuevas tecnologías por medio de la cirugía estética o láser, aunque como reza el dicho: Es mejor prevenir que curar.
Los mejores tratamientos mantendrán y aumentarán la elasticidad de la piel que, además, reafirmen y nutran muy bien. Los activos como el colágeno, barros, vitaminas A, B4, C, E, D y Zinc, la elastina, alginatos y manteca d emango son muy buenos por su poder de nutrición en la piel que sirven para dar esa elasticidad que le falta.
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